martes, 29 de marzo de 2011

Carta 7


Me cuesta comprender de qué forma se rompe el alma o el corazón. Sin embargo sí entiendo el dolor que causa. Es un dolor profundo, hondo, que poco a poco comienza a ser tan fuerte que no se consigue respirar.
Cuando el alma se rompe o estalla, el brillo de los ojos desaparece y la distancia en la queda uno de los demás se plasma en las pupilas dilatadas. Las manos se enfrían y son incapaces de acariciar al viento. Los olores de la vida se disipan y los colores grisácean.
Y  todo sucede cuando uno comienza a darse cuenta que aquello que soñó no logra ser. Ese amor que se creyó eterno se desvanece poco a poco y la complicidad entra en decadencia. Los pensamientos ya no son comunes y los sueños se disparan en caminos contrarios.
Antes que el alma y el corazón detonen…agonizan. Y es en la agonía cuando seguimos intentando recuperar lo que venimos perdiendo en el camino. Es en esos últimos palpitares donde las luchas ya están perdidas aunque no nos rindamos.
Si toco tu mano y acaricio tu rostro buscando indicios de lo que algún día fuimos, es porque la muerte de esta historia se acerca. Si intento aproximarme y el frío aún permanece es que te he estado perdiendo desde hace algún tiempo.
Sin embargo, a pesar de todo cuando, el alma y el corazón agonizan, detonan, estallan, se rompen…lo más difícil sigue siendo decir ADIOS.

1 comentario:

  1. Crudo, pero lo más real que he leído al respecto...y me doy cuenta porque lo sé. Besos de la hermana fea

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