Noche a noche te sigo encontrando en mis sueños, recorriendo
las calles de una ciudad que añoro, pero que no me recuerda. Encontrándote
sonriente entre figuras extrañas. Viajando a lugares que jamás conocimos ni
conoceremos.
Quedo atrapada en los sueños como si fuera el último recoveco
donde inventar miles de continuaciones a la historia que tuvo final. Porque no
son los recuerdos lugares seguros, ya que habitan el pasado. Sin embargo, los
sueños levantan metrópolis nuevas cada vez que cierro los ojos.
Luego despierto y no estás. Por más que trate de retenerte,
todo se hace aire. Y le secunda ese momento de vacío infinito lleno de realidad
que me hela unas cuantas horas. Entonces maldigo esa imaginación inconsciente
que me hace revivirte tan palpable.
No sé si soñarte sea un calmante crónico. A la larga se
convierte en una procesión lenta que acompaña el sepelio de lo que fuimos. Una
despedida constante que no me deja enterrar un amor que no llegó a la cuarta
estación del año.
Debería dejarte en la puerta del próximo sueño, en la entrada
de la siguiente metrópolis, esperando embarcar algún viaje, perdiéndome de tu
vista entre la muchedumbre…tal vez en mi próximo sueño deba irme yo, que me
veas dejarte, que se entienda la partida, para que no vuelvas cuando mis
párpados caen cansados. Quizás si consigo despedirme en sueños pueda olvidarte
definitivamente en la vigilia.